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18 septiembre 2009

Cuidadoooooo Mí corazón!!!!!!!


Es posible que sigas amando a alguien que dijo amarte y ya no lo hace.

También es posible enamorarse de alguien y que no se enamore de ti. Entonces te preguntas: ¿y ahora cómo sigo adelante? Descubre cómo superar una desilusión amorosa y olvidar un amor que no fue.

Por ejemplo la vida del profeta Ezequiel, que enfrentó y sobrevivió a la pérdida del gran amor de su vida. El trato que Dios tuvo con Ezequiel no es un modelo de lo que él necesariamente hará con todos, pero nos ilustra que cualquier sentimiento de pérdida puede ser enfrentado y aun vencido. Nos muestra que el dolor y el sufrimiento, por grandes que sean, no tendrás la última palabra sobre nuestra vida. Así como la vida de Ezequiel continuó, la tuya también puede hacerlo.

Cuando uno decide amar, se hace vulnerable en las manos de la persona que ama. Amar a alguien es otorgarle un poder inmenso sobre tu vida. Esta persona tiene el poder de hacerte feliz o desgraciado. Es como si uno se arrancara el corazón y lo pusiera en las manos de la persona que ama. La persona de la cual uno está enamorado tiene el poder, con una mirada, con una palabra, de hacerte ver el cielo y caminar por las estrellas. Pero esa misma persona también tiene la capacidad de hacerte ver el infierno con Judas incluido.

¿Cuántas veces has puesto tu corazón en las manos de personas equivocadas que usaron el poder que tú les diste, ingenuamente, para herirte y lastimarte?


Ahora, ¿Quién es más responsable? ¿El que hirió o el que puso su corazón en las manos del otro?

Por eso la Biblia aconseja que no despertemos el amor antes de tiempo. Debes ser muy sabio a la hora de escoger a quién amar. No puedes darle ese tremendo poder a alguien a quien recién has conocido y que no sabes si va a usar este poder de manera madura y responsable.

Todo sufrimiento por amor nos acerca, de una manera misteriosa, a conocer el corazón de Cristo. Porque Cristo es el modelo supremo de todo aquel que sufre por amor, ya que por amor a nosotros sufrió y murió en una cruz, para el perdón de nuestros pecados. Y en su resurrección podemos recordar que ni el dolor ni la muerte tendrán la última palabra sobre nuestra vida.

Autor: Alex Chiang

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